La historia, aunque no lo parezca, es un campo extremadamente amplio y apasionante, que erróneamente hemos tendido a asociar a la política, la arquitectura, la pintura o la música. Sin embargo, la historia se compone de personas que, lejos de sus ambiciones póliticas, expansionistas e incluso amorosas, son entidades vivas. El prestigio, el poder, el dinero e incluso, la pobreza, eclipsan un pasado que está ahí y aún hoy continúa acehándonos: la enfermedad. Aristócratas o campesinos, burguesía o proletariado, todos padecieron enfermedades y fallecieron, muchas veces a causa de las mismas y otras por otros motivos. La enfermedad no entiende de clases, de movimientos, de ideologías... Quizá sea esto lo que diferencie a la paleopatología del resto de disciplinas históricas.
Pero la paleopatología no es una disciplina histórica, o sí, sino una rama de la medicina que estudia las enfermedades que padecieron nuestros antepadados, individuos y poblaciones. Es algo así como una epidemiología histórica. Por esto, el paleopatólogo es un ciéntífico, un médico, para ser más exactos.El paleopatólogo es un gran conocedor de la anatomía y la patología humanas, teniendo que dominar todos los sistemas y aparatos. Un paleopatólogo puede desde determinar la edad de un esqueleto hasta realizar un estudio sobre la incidencia de la peste bubónica en la población europea del S.XIV o estudiar la causa de la muerte de Napoleón Bonaparte. Además, debe tener conocimientos amplios en materia de zoología y botánica, ya que los animales y las plantas padecían enfermedades. Sin embargo, necesita una fuerte formación humanística, histórica, ya que estudia individuos y poblaciones pasados.
En esta ciencia se oponen dos, yo diría visiones del mundo enfrentadas, las "letras" y las "ciencias". El paleopatólogo es un integrador de ambas corrientes, un puente entre las "ciencias" y las "letras". Un médico humanista, sin duda.
En la investigación paleopatológica se entrecruzan dos tipos de fuentes: las biológicas y las documentales. En el estudio de las primeras prima la formación médica, sobre todo, forense, ya que la mayor parte de este tipo de fuentes consisten en huesos o momias. También habría que mencionar otras como los coprolitos (excrementos fosilizados). Cabe mencionar, que debido a la frecuencia de los restos óseos, la labor del paleopatólogo se centre en torno a ellos.
Las otras se conocen como documentales y consisten en cualquier documento, pintura o biografía que pueda aportar algún dato sobre la patología de un individuo o población.
Lejos de ser una mera "arqueología" la paleopatología puede tener una aplicación actual muy útil. Por ejemplo, podría investigar la incidencia del cáncer en la población mundial a lo largo de la historia y relacionarla con un suceso relevante a nivel histórico (revolución industrial, electricidad, radio, etc). Actualmente, y aparte del estudio de lo meramante antuguo, tiene gran importancia en la identificación de cadáveres encontrados en fosas pertenecientes al periodo de la Guerra Civil.
Desde el punto de vista del que escribe esta líneas, la paleopatología tiene una importancia enorme, no sólo valor histórico, sino también médico, e incluso, clínico.