Desde los albores de la humanidad, el ser humano ha tratado de desentrañar el mundo que lo rodea. En un principio consistió en una explicación un tanto errónea, que posteriormente fue perfeccionada. A pesar de que esa primera explicación pueda parecernos un tanto absurda hay que tener en cuenta que se trata de uno de los pilares fundamentales a partir de los que se construye nuestro pensamiento actual. Lo que aquí hacemos no es nada más ni nada menos que arqueología de las ideas...
Ya el hombre de Neanderthal se planteó el asunto aquí presente. Se cree que estos homínidos prehistóricos fueron los primeros en realizar enterramientos a sus muertos. Parece que no tiene importancia, pero puede decirse que fueron los primeros seres que se preguntaron acerca de la vida y la muerte, dando su propia visión del asunto.
Asimismo, el ser humano propiamente dicho trataría de dar una explicación acerca de su existencia en el mundo. Todas estas primeras explicaciones tienen una característica en común: son mitos. Estos mitos se caracterizaban por ser explicaciones religiosas que se sustentaban en la simple creencia, es decir, en lo que conocemos como Fe.
Los primeros mitos eran religiones animistas que trataban de explicar el origen de comunidades enteras. Estas religiones, como su propio nombre indica, veían el mundo como un conjunto de seres vivos e inertes con alma. Algunas de ellas, incluso, veneraban a algunas almas en particular: son las religiones tótem. Este tipo de religiones aún persisten en comunidades muy primitivas como los aborígenes australianos. En el caso de estas religiones animistas se pone más que nunca de manifisto la labor unificadora del mito como elemento de identidad. Sin ir más lejos, los nombres de algunos pueblos animistas llegan a considerarlos como los hombres auténticos a partir de los cuales surgieron los demás: los mayas ("los auténticos"), los sioux ("los hombres").
La cosa no quedó ahí. Posteriormente muchas de esas almas fueron divinizadas debido a la consideración de esas almas como fuerzas dadoras de vida. Esto puede verse en muchas culturas como la egipcia o la griega. Un ejemplo claro de cómo el ser humano llegó a esa conclusión lo supone la divinización del escarabajo del Nilo. Tras el estiaje del Nilo, aparecía un barro arcilloso muy nutritivo llamado limo del que surgían pequeños escarabajos verdes. Tras la aparición de estos crecía la vegetación en esas zonas anteriormente inundadas. El ser humano del Antiguo Egipto trató de explicar el surgimiento de la vida como la labor del escarabajo, al cual divinizó.
La presencia de una serie de dioses como entes que dominan el mundo configuran una existencia basada en lo sobrenatural y en el caos. El mundo queda convertido en una auténtica caja de sorpresas. Los dioses actúan a placer castigando o premiando, creando o destruyendo según les parece.
Entonces, ¿es ese el mundo en el que vivimos?, ¿nos encontramos bajo el yugo de la voluntad divina?, ¿están nuestros destinos escritos siendo inútiles todos nuestros esfuerzos?, ¿el mundo acabará en un instante indeterminado en el que el dios se aburra de su propia creación?...
Ya el hombre de Neanderthal se planteó el asunto aquí presente. Se cree que estos homínidos prehistóricos fueron los primeros en realizar enterramientos a sus muertos. Parece que no tiene importancia, pero puede decirse que fueron los primeros seres que se preguntaron acerca de la vida y la muerte, dando su propia visión del asunto.
Asimismo, el ser humano propiamente dicho trataría de dar una explicación acerca de su existencia en el mundo. Todas estas primeras explicaciones tienen una característica en común: son mitos. Estos mitos se caracterizaban por ser explicaciones religiosas que se sustentaban en la simple creencia, es decir, en lo que conocemos como Fe.
Los primeros mitos eran religiones animistas que trataban de explicar el origen de comunidades enteras. Estas religiones, como su propio nombre indica, veían el mundo como un conjunto de seres vivos e inertes con alma. Algunas de ellas, incluso, veneraban a algunas almas en particular: son las religiones tótem. Este tipo de religiones aún persisten en comunidades muy primitivas como los aborígenes australianos. En el caso de estas religiones animistas se pone más que nunca de manifisto la labor unificadora del mito como elemento de identidad. Sin ir más lejos, los nombres de algunos pueblos animistas llegan a considerarlos como los hombres auténticos a partir de los cuales surgieron los demás: los mayas ("los auténticos"), los sioux ("los hombres").
La cosa no quedó ahí. Posteriormente muchas de esas almas fueron divinizadas debido a la consideración de esas almas como fuerzas dadoras de vida. Esto puede verse en muchas culturas como la egipcia o la griega. Un ejemplo claro de cómo el ser humano llegó a esa conclusión lo supone la divinización del escarabajo del Nilo. Tras el estiaje del Nilo, aparecía un barro arcilloso muy nutritivo llamado limo del que surgían pequeños escarabajos verdes. Tras la aparición de estos crecía la vegetación en esas zonas anteriormente inundadas. El ser humano del Antiguo Egipto trató de explicar el surgimiento de la vida como la labor del escarabajo, al cual divinizó.
La presencia de una serie de dioses como entes que dominan el mundo configuran una existencia basada en lo sobrenatural y en el caos. El mundo queda convertido en una auténtica caja de sorpresas. Los dioses actúan a placer castigando o premiando, creando o destruyendo según les parece.
Entonces, ¿es ese el mundo en el que vivimos?, ¿nos encontramos bajo el yugo de la voluntad divina?, ¿están nuestros destinos escritos siendo inútiles todos nuestros esfuerzos?, ¿el mundo acabará en un instante indeterminado en el que el dios se aburra de su propia creación?...
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